Dios les ofrece hoy su gracia, ¡conviértanse!
Mis amigos, no posterguemos más volver a Dios. (…) Ya que Dios les tiempo, mis hermanos, sería razonar como necios.
¿De qué son capaces cuando están enfermos? De nada. Quieren apenas decir un ofrece hoy su gracia, ¿por qué no se benefician con ella? Decir que nada los apura, que tienen acto de contrición, ya que están tan absorbidos por el sufrimiento, que ni siquiera piensan en su salvación. Mis hermanos, ¿no es una desdicha esperar la muerte para convertirnos? Hagan por su pobre alma al menos lo que hacen por su cuerpo, que es sólo un montón de descomposición y en instantes puede ser pastoreo de los más viles animales. Cuando están peligrosamente heridos, ¿esperan seis meses o un año para aplicar los remedios necesarios para curar? Cuándo son atacados por una bestia feroz, ¿esperan estar mitad devorados para gritar socorro? ¿O piden enseguida la ayuda de sus vecinos? Mis hermanos, ¿por qué no actúan de esa forma cuando su pobre alma está sucia y desfigurada por el pecado, reducida bajo la tiranía de los demonios? ¿Por qué no apelan enseguida a la asistencia del Cielo y recurren a la penitencia?
Si, mis hermanos, aunque sean grandes pecadores, ya que desean un día dejar el pecado, ¿por qué no lo dejan hoy, ya que Dios les da el tiempo y las gracias para eso?
San Juan María Vianney Sermón para el 3º Domingo después de Pentecostés