Los Cien Años del Sagrado Corazón

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En la madera de roble de muchos de los 165 bancos todavía se puede ver el número asignado por el carpintero que hace cien años los envió, desarmados, desde Francia. La mano de los artistas franceses también está en las imágenes religiosas, en los magníficos rosetones de 8,50 metros de diámetro, y en los 34 vitrales que engalanan el templo del Sagrado Corazón, en Barracas, sin duda uno de los más bellos de Buenos Aires, que cumple hoy su primer siglo de vida. Con los festejos, que se extenderán hasta el 25 de octubre, se acentúa la recaudación de fondos para preservarlo del paso del tiempo.

En un barrio que hace cien años no era más que un pantano de ranas, el terrateniente y ganadero Leonardo Pereyra levantó un templo. En él, hoy todo, o casi todo, ostenta la virtud de la supervivencia: las puertas, los apliques de luz, los pisos, los altares, el órgano (mecánico), los confesionarios, las escaleras y hasta los dos árboles de magnolia en uno de los dos patios internos en los que todos los atardeceres buscan refugio cientos de torcacitas grises.

El templo de Barracas fue construido por el ingeniero Rómulo Ayerza, y conserva joyas arquitectónicas de estilo neorrománico con detalles góticos. Entre éstos se impone el templete -o ciborio- del altar, «un magnífico templo dentro de otro templo para que los feligreses recuerden que están en la casa del Señor», explicó González, uno de los guías de las visitas, que se repetirán en las próximas semanas.

En total, hay siete altares de piedra de Angulema o mármol francés. Las imágenes religiosas, propias de fines del siglo XIX, son de amalgama metálica hueca, cubierta con una mezcla plástica especial y pintadas de vistosos colores. Para González, la construcción de este templo fue, en su momento, una excentricidad y, luego de un siglo, «sigue impresionando por su tamaño y austera belleza».

El padre Francisco Daleoso, actual párroco de la basílica, considera: «Cien años de vida son garantía de que ésta es la obra del mismo Dios, a pesar de nuestras fallas». Daleoso se entusiasma con las actividades conjuntas, cada vez más frecuentes, entre los fieles del Sagrado Corazón y los de la villa 21-24 que concurren a la parroquia Nuestra Señora de Caacupé.