¡Esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos!
Dios creó al hombre. Creó su cuerpo de la materia que había producido y lo animó con su propio soplo. La Escritura lo denomina alma pensante e imagen de Dios. (…) Puso al hombre sobre la tierra para velar sobre la creación visible, ser iniciado al misterio espiritual, reinar sobre las cosas de la tierra y ser sumisos al Reino de lo Alto. (…) Pero el hombre fue negligente para obedecer y, entonces, a causa de su pecado, fue separado del árbol de Vida, del paraíso y de Dios. Su estado reclamaba el más poderoso socorro y le fue acordado. (…)
¿Qué es esta abundancia de bondad? ¿Cuál es este misterio que me concierne? Había recibido la imagen y no la guardé y Él recibió mi carne para salvar esta imagen y hacer inmortal la carne. Ofrece por segunda vez un intercambio más asombroso que el primero. Anteriormente había compartido lo más alto que tenía, ahora viene a tomar parte de lo más débil. Este último gesto es todavía más divino que el primero, para los que lo entienden, es todavía más sublime.
San Gregorio Nacianceno. Discurso para la santa Pascua.