Reflexión sobre el Evangelio de Hoy (Lucas 1;26-38)

¡Hijo de Dios, dame tu Don admirable, que yo celebre la belleza maravillosa de tu madre amada!. La Virgen dio a luz a su hijo conservando su virginidad, alimentó al que nutre las naciones, en su seno inmaculado lleva a aquel que en su mano lleva al universo. Es virgen y es madre ¿qué es lo que no es desde entonces? Santa de cuerpo, bellísima de alma, pura de espíritu, recta de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta y fiel, pura de corazón y llena de toda virtud.

Que en María se gocen los coros de las vírgenes, puesto que de ella nació el que libró al género humano entregado a una terrible esclavitud. Que en María se regocije el viejo Adán, herido por la serpiente; María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la maldita serpiente y le cura de su herida mortal (Gn 3,15). Que los sacerdotes se regocijen en la Virgen bendita; ella que ha dado al mundo al Gran Sacerdote que él mismo se ha hecho la víctima dando por terminados los sacrificios de la antigua alianza… Que en María se regocijen todos los profetas puesto que en ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos. Que en María se regocijen todos los patriarcas, porque ella ha recibido la bendición que les había sido prometida, ella que, en su hijo, las ha hecho perfectas…

María es el nuevo árbol de la vida que da a los hombres, en lugar del fruto amargo atrapado por Eva, el fruto dulcísimo del que se alimenta el mundo entero.
San Efrén. Himno Mariano.

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