El Señor dijo: «Dentro de poco ya no me veréis; dentro de otro poco, me veréis» (Jn 16,16). Eso que él llama un poco, es todo el espacio de nuestro tiempo actual, eso que el evangelista Juan dice en su carta: «Es la última hora» (1Jn 2,18). Esta promesa… va dirigida a toda la Iglesia, como también esta otra promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). El Señor no podía retrasar su promesa: dentro de poco tiempo y le veremos y ya no tendremos nada que pedirle, ninguna pregunta para hacerle porque ya todos nuestros deseos se verán satisfechos, y yo no buscaremos más.
Este poco tiempo nos parece largo porque todavía está discurriendo; cuando habrá terminado, entonces nos daremos cuenta de cuán corto ha sido. Que nuestro gozo sea diferente del que tiene el mundo de quien se dice: «El mundo se alegrará». En este tiempo en que crece nuestro deseo, no estemos sin gozo, sino tal como dice el apóstol Pablo: «Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación» (Rm 12,12). Porque la mujer, cuando va a dar a luz, a la cual el Señor nos compara, siente tanto gozo por el hijo que va a parir que no se entristece por su sufrimiento.
San Agustín Sermones sobre el evangelio de san Juan