Sábado 30 noviembre 2013
Fiesta de san Andrés, apóstol
Carta de San Pablo a los Romanos 10,9-18.
Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado.
Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación.
Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.
Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?
¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!
Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?
La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo.
Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.
Salmo 19(18),2-3.4-5.
Los cielos cuentan la gloria del Señor,
proclama el firmamento
la obra de sus manos.
Un día al siguiente le pasa el mensaje
y una noche a la otra se lo hace saber.
No hay discursos ni palabras
ni voces que se escuchen,
mas por todo el orbe se capta su ritmo,
y el mensaje llega hasta el fin del mundo.
Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.