Martes 19 julio 2016
Martes de la decimosexta semana del tiempo ordinario
Libro de Miqueas 7,14-15.18-20.
Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos!
Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas.
¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad.
El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados.
Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.
Salmo 85(84),2-4.5-6.7-8.
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra,
cambiaste la suerte de Jacob;
perdonaste la culpa de tu pueblo,
lo absolviste de todos sus pecados;
reprimiste toda tu indignación
y aplacaste el ardor de tu enojo.
¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro;
olvida tu aversión hacia nosotros!
¿Vas a estar enojado para siempre?
¿Mantendrás tu ira eternamente?
¿No volverás a darnos la vida,
para que tu pueblo se alegre en ti?
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!
Evangelio según San Mateo 12,46-50.
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él.
Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte».
Jesús le respondió: «¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?».
Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».