Lunes 17 febrero 2014
Lunes de la sexta semana del tiempo ordinario
Epístola de Santiago 1,1-11.
Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión.
Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia.
Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.
Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio.
Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento.
El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder.
Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo: apenas sale el sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas.
Salmo 119(118),67.68.71.72.75.76.
Antes de ser humillado me había alejado,
pero ahora yo observo tu palabra.
Tú que eres bueno y bienhechor,
enséñame tus preceptos.
Fue bueno para mí que me humillaras,
para que así aprendiera tus preceptos.
La ley de tu boca vale más para mí
que millones de oro y plata.
Sé, Señor, que tus juicios son justos
y que con razón me has afligido.
Que tu gracia me asista y me consuele,
conforme a tu palabra dada a tu siervo.
Evangelio según San Marcos 8,11-13.
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo».
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.