Lecturas de la Misa de Hoy 25 mayo 2013

san marcos

Sábado 25 mayo 2013
Sábado de la séptima semana del tiempo ordinario

Libro de Eclesiástico 17,1-15.
El Señor sacó al hombre de la tierra, y allá lo hace volver.
Para cada uno determinó el tiempo de su venida y el número de sus días; les dio poder sobre las cosas de la tierra.
Los revistió de fuerza semejante a la suya, haciéndolos a su imagen.
Hizo que todo ser animado los temiera, y que fueran amos de las fieras salvajes y de las aves.
[…]
Les dio para que percibieran la realidad una conciencia, una lengua y ojos, oídos y entendimiento.
Los llenó de saber y de inteligencia, y les enseñó el bien y el mal.
Puso en ellos su ojo interior, haciéndolos así descubrir las grandes cosas que había hecho,
[…]
para que alabaran su Nombre Santísimo y proclamaran la grandeza de sus obras.
Les reveló además un saber, y los dotó de una Ley de vida.
Concluyó con ellos una alianza eterna y les enseñó sus decretos.
Sus ojos contemplaron su gloria majestuosa, sus oídos oyeron su voz poderosa.
Les dio mandamientos con respecto a su prójimo, diciéndoles: «Eviten cualquier injusticia».
El comportamiento del hombre está siempre ante sus ojos, no pueden escapar a su mirada.

Salmo 103(102),13-14.15-16.17-18a.
Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le temen.
El sabe de qué fuimos formados, se recuerda que sólo somos polvo.
El hombre: sus días son como la hierba, él florece como la flor del campo;
un soplo pasa sobre él y ya no existe y nunca más se sabrá dónde estuvo.
Pero el amor del Señor con los que le temen es desde siempre y para siempre; defenderá a los hijos de sus hijos,
de aquellos que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus ordenanzas.

Evangelio según San Marcos 10,13-16.
Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos les reprendían.
Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Jesús tomaba a los niños en brazos e, imponiéndoles las manos, los bendecía.

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