Misa 7 julio 2023
Viernes de la 13a semana del Tiempo Ordinario
Libro de Génesis 23,1-4.19.24,1-12.15-16.23-25.32-34.37-38.57-59.61-67.
Sara vivió ciento veintisiete años,
y murió en Quiriat Arbá – actualmente Hebrón – en la tierra de Canaán. Abraham estuvo de duelo por Sara y lloró su muerte.
Después se retiró del lugar donde estaba el cadáver, y dijo a los descendientes de Het:
«Aunque yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad alguno de sus sepulcros, para que pueda retirar el cadáver de mi esposa y darle sepultura».
Luego Abraham enterró a Sara en la caverna del campo de Macpelá, frente a Mamré, en el país de Canaán.
Abraham ya era un anciano de edad avanzada, y el Señor lo había bendecido en todo.
Entonces dijo al servidor más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes: «Coloca tu mano debajo de mi muslo, y júrame por el Señor, Dios del Cielo y de la tierra, que no buscarás una esposa para mi hijo entre las hijas de los cananeos, con los que estoy viviendo, sino que irás a mi país natal, y de allí traerás una esposa para Isaac».
El servidor le dijo: «Si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿debo hacer que tu hijo regrese al país de donde saliste?».
«Cuídate muy bien de llevar allí a mi hijo», replicó Abraham.
«El Señor, Dios del cielo, que me sacó de mi casa paterna y de mi país natal, y me prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes, enviará su Angel delante de ti, a fin de que puedas traer de allí una esposa para mi hijo.
Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre del juramento que me haces; pero no lleves allí a mi hijo».
El servidor puso su mano debajo del muslo de Abraham, su señor, y le prestó juramento respecto de lo que habían hablado.
Luego tomó diez de los camellos de su señor, y llevando consigo toda clase de regalos, partió hacia Arám Naharaim, hacia la ciudad de Najor.
Allí hizo arrodillar a los camellos junto a la fuente, en las afueras de la ciudad. Era el atardecer, la hora en que las mujeres salen a buscar agua.
Entonces dijo: «Señor, Dios de Abraham, dame hoy una señal favorable, y muéstrate bondadoso con mi patrón Abraham.
Aún no había terminado de hablar, cuando Rebeca, la hija de Betuel – el cual era a su vez hijo de Milcá, la esposa de Najor, el hermano de Abraham – apareció con un cántaro sobre el hombro.
Era una joven virgen, de aspecto muy hermoso, que nunca había tenido relaciones con ningún hombre. Ella bajó a la fuente, llenó su cántaro, y cuando se disponía a regresar, Después le preguntó: «¿De quién eres hija? ¿Y hay lugar en la casa de tu padre para que podamos pasar la noche?».
Ella respondió: «Soy la hija de Betuel, el hijo que Milcá dio a Najor».
Y añadió: «En nuestra casa hay paja y forraje en abundancia, y también hay sitio para pasar la noche».
El hombre entró en la casa. En seguida desensillaron los camellos, les dieron agua y forraje, y trajeron agua para que él y sus acompañantes se lavaran los pies.
Pero cuando le sirvieron de comer, el hombre dijo: «No voy a comer, si antes no expongo el asunto que traigo entre manos». «Habla», le respondió Labán.
El continuó: «Yo soy servidor de Abraham.
Ahora bien, mi patrón me hizo prestar un juramento diciendo: «No busques una esposa para mi hijo entre las hijas de los cananeos, en cuyo país resido.
Ve, en cambio, a mi casa paterna, y busca entre mis familiares una esposa para mi hijo».
Ellos dijeron: «Llamemos a la muchacha, y preguntémosle qué opina».
Entonces llamaron a Rebeca y le preguntaron: «¿Quieres irte con este hombre?». «Sí», respondió ella.
Ellos despidieron a Rebeca y a su nodriza, lo mismo que al servidor y a sus acompañantes, Rebeca y sus sirvientas montaron en los camellos y siguieron al hombre. Este tomó consigo a Rebeca, y partió.
Entretanto, Isaac había vuelto de las cercanías del pozo de Lajai Roí, porque estaba radicado en la región del Négueb.
Al atardecer salió a caminar por el campo, y vio venir unos camellos.
Cuando Rebeca vio a Isaac, bajó del camello y preguntó al servidor: «¿Quién es ese hombre que viene hacia nosotros por el campo?». «Es mi señor», respondió el servidor. Entonces ella tomó su velo y se cubrió.
El servidor contó a Isaac todas las cosas que había hecho, y este hizo entrar a Rebeca en su carpa. Isaac se casó con ella y la amó. Así encontró un consuelo después de la muerte de su madre.
Salmo 106(105),1-2.3-4a.4b-5.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
¿Quién puede hablar de las proezas del Señor
y proclamar todas sus alabanzas?
¡Felices los que proceden con rectitud,
los que practican la justicia en todo tiempo!
Acuérdate de mi, Señor,
por el amor que tienes a tu pueblo;
para que vea la felicidad de tus elegidos,
para que me alegre con la alegría de tu nación
y me gloríe con el pueblo de tu herencia.
Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».