Sábado de la VIII Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Eclesiástico 51,12-20.
Por eso te daré gracias y te alabaré, y bendeciré el nombre del Señor.
(a) Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor. (b) Den gracias al Dios de las alabanzas, porque es eterno su amor. (c) Den gracias al Guardián de Israel, porque es eterno su amor. (d) Den gracias al Creador del universo, porque es eterno su amor. (e) Den gracias al Redentor de Israel, porque es eterno su amor. (f) Den gracias al que congrega a los dispersos de Israel, porque es eterno su amor. (g) Den gracias al que construye su Ciudad y su Santuario, porque es eterno su amor. (h) Den gracias al que hace florecer el poderío de la casa de David. porque es eterno su amor. (i) Den gracias al que eligió como sacerdotes a los hijos de Sadoc, porque es eterno su amor. (j) Den gracias al Escudo de Abraham, porque es eterno su amor. (k) Den gracias a la Roca de Isaac, porque es eterno su amor. (l) Den gracias al Fuerte de Jacob, porque es eterno su amor. (m) Den gracias al que eligió a Sión, porque es eterno su amor. (n) Den gracias al Rey de todos los reyes, porque es eterno su amor. (o) El exaltará el poder de su pueblo, para que lo alaben todos sus fieles, los hijos de Israel, el pueblo que está cerca de él. ¡Aleluya!
En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración;
a la entrada del Templo, pedí obtenerla y la seguiré buscando hasta el fin.
Cuando floreció como un racimo que madura, mi corazón puso en ella su alegría; mi pie avanzó por el camino recto y desde mi juventud seguí sus huellas.
Apenas le presté un poco de atención, la recibí y adquirí una gran enseñanza.
Yo he progresado gracias a ella: al que me dio la sabiduría, le daré la gloria.
Porque resolví ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no me avergonzaré de ello.
Mi alma luchó para alcanzarla, fui minucioso en la práctica de la Ley, extendí mis manos hacia el cielo y deploré lo que ignoraba de ella.
Hacia ella dirigí mi alma y, conservándome puro, la encontré. Con ella adquirí inteligencia desde el comienzo, por eso no seré abandonado.
Salmo 19,8.9.10.11.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos.
Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal.
Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él
y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?».
Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?».
Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘¿Por qué no creyeron en él?’.
¿Diremos entonces: «De los hombres’?». Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta,
respondieron a Jesús: «No sabemos». Y él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».