Novena en Honor a la Inmaculada Concepción de María: 1 de Diciembre. FE: “Bienaventurada tú que has creído”

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1 de Diciembre. FE: “Bienaventurada tú que has creído”

Oración inicial: Oh Dios, que con la ayuda del Espíritu Santo preparaste el cuerpo y el alma de la Virgen María para que fuera digna morada de tu Hijo Jesús, ayúdame a mí también durante estos nueve días a purificar más mi alma de modo que Jesús esté más contento de mí. Madre mía, Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

“Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que la madre de mi Señor venga a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor (…). María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa” (Lc 1, 39-45, 56).

Su prima Isabel espera un niño. ¡Es un milagro! Después de tanto tiempo… María se entera y se pone en camino para ayudarla. También ella espera a Jesús, lo nota ya en su vientre; es decir, ella también tiene que preparar cosas… Pero no importa: ahora puede ayudar a su prima y lo hace desinteresadamente, con gusto, sin ni siquiera pensar si también a Ella, cuando llegue el momento de dar a luz, la ayudarán.

Señor, que yo también eche una mano a los demás cuando me dé cuenta de que necesitan algo, sin pararme a considerar si ellos primero me han ayudado o si me podrán ayudar después. Que sirva a los demás, desinteresadamente, con alegría, por amor a Ti.

Isabel se alegra al verla y sale presurosa a su encuentro. Se lo agradece mucho y también San Juan Bautista que está en su seno. Al acercarse a María, ambos perciben la presencia de Jesús, como diciéndonos que si nosotros servimos con la misma disponibilidad de la Virgen, los demás podrán también percibir en nosotros la presencia de Cristo.

Isabel deduce entonces que su prima es la elegida, la Madre de Dios, y por eso la alaba: “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Son las mismas palabras que rezamos en la segunda parte del Ave María. Y si bien podríamos felicitar a María por tantas cosas, su prima lo hace por su fe: “bienaventurada tú que has creído”. María ha creído. Han pasado ya algunos días desde lo del ángel pero, cada vez que lo medita, no acaba de salir de su asombro. Por una parte era fácil creer pues un ángel uno no lo ve todos los días; pero por otra parte…, no resulta tan sencillo. El ángel se le apareció un día y se fue: no todos los días goza una de ese favor divino. Me corrijo: goza de un favor mucho mayor pues si bien el ángel se ha ido, en su vientre ahora está Jesús. Se han anticipado en Ella esas palabras que su Hijo, a punto de abandonar su presencia visible entre nosotros, dirigió a los apóstoles: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Jesús, ¡auméntame la fe! Hoy te diré estas palabras muchas veces. Que sepa valorar más tu presencia en mi alma en gracia y me prepare mejor para recibirte en la Misa. Auméntame la fe para redescubrirte cada día en la Eucaristía. Cuando comulgo yo también, como María, te llevo dentro de mí.

Para examinarte delante de Dios:

¿Tengo espíritu de servicio en casa, con mis padres y hermanos; en el trabajo, con mis compañeros y amigos?

¿Saludo todos los días a Jesús en el Sagrario, diciéndole algo desde la calle o desde el coche, cada vez que descubro una Iglesia?

¿Procuro recibir al Señor en la Eucaristía con la ilusión del día de mi Primera Comunión o como si pudiese recibirle sólo una vez en la vida?

Oración final: María, Madre de gracia, Madre de piedad y de misericordia defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.