En 1980, siendo aún el cardenal Joseph Ratzinger, se hizo miembro de una organización de donación de órganos. Años después dijo que siempre lleva la tarjeta consigo y que está dispuesto a donar si alguien pudiera necesitar sus órganos. «Se trata de un acto de amor y de solidaridad», comentó al respecto.
Benedicto XVI siempre lleva consigo su tarjeta de donante de órganos. El hecho de que el pontífice haya decidido donar sus órganos para trasplantes después de su muerte se ha sabido después de la polémica levantada por un artículo de primera página en L´Osservatore Romano, poniendo en duda el concepto de muerte clínica cerebral como el final de vida más que la parada cardio-respiratoria.