En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles el Papa Benedicto XVI presentó sus reflexiones sobre Santo Tomás de Aquino, el gran pensador de la Iglesia en el medioevo que es ejemplo de la armonía que debe existir entre la fe y la razón.
El Pontífice recordó que a este santo se le conoce como el «Doctor Angélico» por «la sublimidad de su pensamiento y pureza de vida». Santo Tomás nació alrededor del año 1225 en el seno de una familia noble, en Roccasecca (Italia), cerca de la Abadía de Montecasino. Siendo muy joven fue enviado a la Universidad de Nápoles, donde se interesó por primera vez por el pensamiento de Aristóteles y sintió la llamada a la vida religiosa.
«Tomás de Aquino, en la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de importancia capital para la historia de la filosofía y de la teología, así como de la historia y de la cultura: estudió a fondo Aristóteles y sus intérpretes» y «comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo lo que era válido de lo dudoso o rechazable, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y sirviéndose con amplitud y agudeza del pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino demostró que entre fe cristiana y razón hay una armonía natural».