Seremos realmente testigos de Jesús resucitado cuando dejaremos transparentar en nosotros el prodigio de su amor; cuando en nuestras palabras y -más aún- en nuestros gestos, en plena coherencia con el evangelio, se podrá reconocer la voz y la mano de Jesús.
En una soleada plaza de san Pedro, el Papa nuevamente invitó a todos ha dejarse llevar por la alegría y la esperanza de la Pascua, a ser testigos de la extraordinaria buena noticia que viaja a través de los siglos con la misma fuerza impulsora. La Pascua de Cristo es un hecho absolutamente extraordinario y también un hecho histórico, real, testimoniado y documentado. Es el evento que fundamenta nuestra fe.