Reflexión sobre el Evangelio de Lucas 20

Cuando el alma se transfigurará en eternidad…

El hombre que sigue la vía de la locura y desprecia la sabiduría creadora, se condena por sí mismo: no tiene ningún límite para el mal e ignora la vida futura. Ni siquiera quiere saber si existe otra vida y rechaza escrutar las causas de su naturaleza cambiante. Este hombre puede comprender su infancia, su adolescencia, juventud y madurez, pero es incapaz de comprender lo que le sucede en su ancianidad y el sentido de la transformación de su ser. La razón le muestra que hay un comienzo, pero es incapaz de saber, de comprender cómo es posible que el alma sea inmortal y no tenga fin… (…)

Mientras está en su cuerpo, los pensamientos del hombre se multiplican, como se multiplican los innumerables ecos de la alabanza angelical. El pensamiento anima la juventud, luego la formulamos con la voz de la razón y actuamos siguiéndola. Pero la vida de su acción no viene de ella misma, tiene un comienzo. Sólo la eternidad toma la vida de ella misma y nunca se debilita: antes que existiera el tiempo, ella ya era vida eterna. Cuando el alma se transfigurará en eternidad, cambiará de nombre, ya que no actuará más en el hombre como el pensamiento, sino que tendrá por morada las alabanzas de ángeles, que son espíritu. Entonces se llamará espíritu. No tendrá más penas con su cuerpo, con su carne. Portará el nombre de vida, ya que es vida en este mundo, al vivir por el soplo del espíritu. Se transfigurará en inmortalidad por la muerte carnal y será plenamente en la vida. Después del juicio final, será eternamente vida, con su cuerpo y su alma.

Santa Hildegarda de Bingen. Scivias, El Libro de las Obras Divinas, 6